La semana pasada enumeré en esta columna las ventajas de los índices y las clasificaciones como medio para sintetizar la sobreabundancia de información actual. También mencioné que sería bueno tener acceso a un índice que jerarquice el cumplimiento de los tratados comerciales, especialmente los relacionados con la agricultura. La razón de esto es que en mi opinión Venezuela, tanto en este ámbito como en otros, es mucho más dócil que el mundo que lo rodea. Esto no debería ser olvidado por nuestros equipos negociadores internacionales que normalmente están mas interesados en los aplausos del mundo exterior que en los nuestros.
Unos días después recibí un correo electrónico que decía: “Tú y tus índices. Toma este. Adjunto encontrará uno publicado por ABCNews.com que afirma que, sin lugar a dudas, los venezolanos son, con diferencia, las personas más vanidosas del mundo”. El índice revela que el 65% de las mujeres venezolanas y el 47% de los hombres venezolanos dicen que “piensan en cómo se ven todo el tiempo”. En Alemania, por ejemplo, prácticamente nadie lo confiesa.
Por el tono del correo electrónico, supongo que el remitente consideró desfavorable el alto ranking alcanzado por Venezuela en este índice, y también supongo que le gustaría que yo compartiera en algún grado un sentimiento de culpa por haber elevado la cuestión de índices en primer lugar. Bueno, ¡YO NO!
Intuitivamente, me complace ser parte de un país en el que mis compatriotas están preocupados por su apariencia. El estudio, que sitúa a las mujeres rusas y a los mexicanos de ambos sexos en un segundo lugar algo distante, establece el promedio global en 23% para las mujeres y 18% para los hombres. También menciona aquellos lugares donde la gente “nunca piensa en su apariencia”. En India, el 33% de la población nunca se preocupa por la apariencia, seguido de Malasia (25%) y España (22%).
Creo que podemos sacar ciertas conclusiones de este índice que podrían ser de gran importancia, incluso para el desarrollo del país. El hecho de que nuestra sociedad aprecie en su corazón un sentimiento de vanidad superior a los niveles de otros países, ciertamente nos diferencia del resto. Debe analizarse en el contexto de las ventajas comparativas.
La dedicación de alguien como Osmel Sousa a eventos como el concurso de belleza Miss Venezuela ha elevado a nuestro país a la cúspide de la percepción mundial sobre la belleza de la mujer venezolana. Al utilizar la palabra “percepción” no pretendo cuestionar la belleza objetiva de nuestras mujeres (¡Dios no lo quiera, tengo cuatro en casa!). Deseo destacar la importancia de la percepción general per se. Esto, por cierto, hace hermosas incluso a las venezolanas menos guapas.
Con el ranking de vanidad y los resultados del certamen Miss Venezuela podemos armar una matriz input-output que podría arrojar luz sobre interesantes posibilidades económicas en el ámbito del cuidado y mejoramiento de la apariencia. Veamos cómo funcionaría esto.
Cualquier país culturalmente orientado al cuidado de la apariencia física durante siglos, que ha sabido desarrollar métodos y fórmulas contrastadas en el tiempo y transmitidas en vivo al resto del mundo, tiene en sus manos una herramienta para atraer un turismo que otros países darían un brazo y la mitad del otro por tenerlo.
Venezuela, al ser una nación exportadora de petróleo, tiene cubiertas sus necesidades de divisas en lo que respecta a su balanza de pagos comercial. En la otra cara de la moneda encontramos que nuestros ingresos petroleros mantienen al bolívar sobrevaluado y por lo tanto dificultan cada vez más el desarrollo de actividades que generen empleo y sean lo suficientemente competitivas como para no requerir subsidios ni protección.
Frecuentemente lo he explicado usando el símil de que en Venezuela no hay lugar para una industria textil que produzca ropa barata pero sí hay mucho espacio para actividades que impliquen mayor valor agregado. Cuando estimulamos a las microempresas con ayuda financiera para que compren máquinas de coser, debemos recordar que lo que realmente queremos promover es el desarrollo de famosos diseñadores y no necesariamente de las costureras.
Dentro de esta línea de razonamiento, no cabe duda de que el área del cuidado personal es una que se ajusta a los requisitos básicos. Es un área de servicios que puede generar mucho empleo y que permite un alto valor añadido.
Rápidamente presioné el ícono "responder" en mi computadora y envié el siguiente mensaje:
"Gracias por haberme enviado el Índice de Vanidad. Creo que debe haber ciertos errores en el Índice ya que creo que las cifras de Venezuela son demasiado bajas. En Venezuela yo diría que el 100% de la población se preocupa por su apariencia.
Y mientras hablamos de apariencias, debes ver los resultados que hemos logrado con un tratamiento supervisado por la escuela de estilistas de Caracas que incluye masajes en las turbulentas aguas del río Caroní y depuración con poderosas y místicas algas del Orinoco, mientras escuchas sensuales ritmos del batir de las alas de las garzas y beber una bebida reconstituyente de la piel a base de malta.
Y todo ello bajo la indiscreta luna tropical, ¡por sólo 1.680 dólares al día!"